miércoles, 7 de marzo de 2007

El Bombón Asesino

La música popular lo predijo como una leyenda cuando en el verano del 2007 sonaba en todas las radios. En esos tiempos, en que regía la Ley Seca en Mendoza y los boliches del Western cerraban antes del amanecer, esa canción quebraba la ebriedad y el equilibrio emocional, a tal punto que en el inconsciente colectivo sonaba como una canción de protesta al progreso de la humanidad.
Tal vez, movido por el espíritu marketinero que recibió durante sus estudios en la Universidad de Congreso, Eleodoro Pinto Segura decidió instalar -esta vez, para siempre- una fábrica de chocolates en la localidad fronteriza de Las Cuevas. Allí, en la década de los ochenta, hubo intentos de fábricas parecidas, pero si bien el clima frío ayudaba a mantener el bocado afrodisíaco en buen estado físico y bromatológico, desde los números el producto se derritió muy rápido. Por esta razón, para que el nuevo sueño arrancara con todo, Pinto Segura puso primera a fondo y apostó su inteligencia marketinera en un nombre de marca que fijara una ventaja comparativa de entrada: El Bombón Asesino. Así se llamaría su emprendimiento.
Eleodoro Pinto Segura fue el empresario mendocino del año 2011 ya que en el año de la inauguración, su fábrica hizo resucitar a un pueblo abandonado, como lo era Las Cuevas. Allí habían cien obreros, todos recién egresados del penal de Cacheuta, que decidieron rehacer sus vidas en las montañas, con un espíritu bohemio similar al que convive en El Bolsón, Río Negro.
Gracias a El Bombón Asesino, Las Cuevas se había transformado en un pueblo vivo, laborioso y lleno de arte, esto último, un plus que surgió como consecuencia del espíritu de la obra emprendida allí: muchos pintores y artesanos que en Mendoza apenas sobrevivían recibieron viviendas gratuitas en el pueblo fronterizo, a cambio de que limpiaran las calles y animaran a sus visitantes como guía turísticos. Además se le encargó la construcción de una estación de tren "artesanal" con una exposición permanente de obras de arte, que reflejaran el espíritu de unidad argentino-chilena del Cristo Redentor. Esto último hizo que muchos artesanos chilenos -en especial, escultores- también se instalaran en Las Cuevas, para vivir de su arte. Con el tiempo, la firma Concha y Toro abrió su propia fábrica de "pisco acaramelado", que con el tiempo se convirtió en una bebida medicinal para ancianos que sufren vértigo y para escaladores diabéticos. Además, el pisco acaramelado resultó ser un éxito comercial en los niños, por lo que se tuvo que abrir un laboratorio especial para quitar el alcohol como componente principal de la bebida. Tras el acuerdo entre Pinto Segura y la firma bodeguera, se convino comercializar el "Bombón Asesino Pisco Boy", en su versión free alcohol, para niños y soft alcohol, como energizante afrodisíaco. Esta última se convirtió en la bebida del momento para los recién casados y se consumía a rolete en los principales centros turísticos destinados a la Luna de Miel, como Bariloche, Mar del Plata, Iguazú, Buzios, Florianópolis, Isla Margarita, Cancún, Puerto Vallarta y Polinesia, entre otros.
De trescientos habitantes, Las Cuevas pasó a tener once mil, por lo que se tuvo que rehacer el diseño urbano, que gracias al aporte de los artesanos tuvo su carácter particular, al convertirse este pueblo en la primera ciudad del mundo en donde todas sus calles eran peatonales, con muñecos de nieve y "puestos de chocolate", como se le decía a los pequeños cafés donde sólo se servía chocolate. Con esto se logró globalizar la postal de Las Cuevas en todo el mundo y también se convirtió en un destino de moda para los recién casados, porque la política urbana se caracterizó por la unidad romántica, reflejada en los nombres de las calles -algunos de ellos eran "Primer beso", "Te conozco desde siempre", "Mi vida", "Te quiero", "Mi bomboncito", "Cosquillitas en tu corazón", "Rascame la espalda" y "Hagamos el amor"- y en los reflectores urbanos, que tenían forma de flechazos en el corazón e iluminaban toda la ciudad.De este modo, el viaje en el Trasandino cobró importancia ya que la última y a la vez, primera parada de Argentina mostraba una imagen optismista, romántica y por cierto, muy dulce, de un país caracterizado por los permanentes tragos amargos.

No hay comentarios: