miércoles, 7 de marzo de 2007

Intercambio de camisetas

Argentina y Chile buscaron estrechar sus relaciones a través del Trasandino. Para ello, un maquinista, fanático del Tomba, sugirió una idea que al poco tiempo fue aprobado por el Poder Ejecutivo de Mendoza y la intendencia de Los Andes. El espíritu de esta iniciativa se caracterizó por la transparencia y la pureza de sus intenciones, pero la viveza criolla, inventada dos siglos antes en Argentina e importada por los turistas chilenos a su país de origen desde que Mendoza se puso de moda como polo turístico casi echó a perder el proyecto de hermandad, que llevó el efímero nombre de "Intercambio de pasiones".
Como el trámite en la aduana argentina de Horcones duraba una eternidad, muchos viajeros solían aprovechar ese momento para esconder la basura debajo de la alfombra, es decir, los cigarrillos, latas de cerveza y otros, que como consecuencia del gran avance de la conciencia ecológica, registrada en los últimos tiempos, se había impuesto en los dos países.
Si bien el Trasandino que iba para Chile ofrecía como espectáculo a un cómico chileno contando chistes sobre cómo los argentinos son burocráticos en los trámites aduaneros y en el tren que viajaba a la Argentina, dos chicas ganadoras del programa Operación Triunfo ofrecían un concierto de hermandad a capella, hacía falta poner en práctica la iniciativa del maquinista para marginar definitivamente el mal humor de los viajantes y turistas.
Pantallas gigantes se instalaron en todo el complejo aduanero. La primera impresión lo decía todo: "no entiendo nada". La segunda impresión mostraba el sabor del primer bocado: "esto se ve copado, dejame ver un poquito más". Por último, la tercera impresión definía la sentencia: "¡buenísimoo!".
Cuando el tren llegaba a Horcones, al descender los pasajeros debían entregar los documentos y papeles correspondientes, y a cambio recibían una camiseta de fútbol del mismo color. Si venían de Argentina era blanquiceleste y si viajaban para este último país, era la Roja. La condición impuesta por el despachante de Aduanas de turno era que tras realizar los trámites, cada pasajero volvería a recibir la documentación entregada si ellos devolvían una camiseta, pero del bando contrario al que se les entregó. Es decir, si se viajaba a Chile, el pasajero recibía la blanquiceleste y debía entregar la Roja para recuperar los documentos. Y si el destino era Argentina, al bajarse del tren se recibía la Roja y luego devolver la blanquiceleste, para así finalizar los trámites aduaneros.
¿Para qué esta acción ridícula, que en sí parecía complicar más los trámites aduaneros? Para que el pasajero ingresara al único baño de hombres y mujeres del complejo e intercambiara su camiseta con otra persona que viniese del otro país, como modo de establecer un vínculo de hermandad. Así de simple.
La arquitectura del baño era de un pasillo circular, que parecía infinito. A sus costados, pequeños habitáculos, con los cartelitos del sexo en forma intercalada. Si uno iba al de hombres, tenía que ingresar al pasillo circular, avanzar hacia una puerta con el dibujito del hombre, golpear primero para verificar que no esté ocupado y así sucesivamente, hasta encontrar un habitáculo libre. Cada uno de estos pequeños espacios tenía un inodoro con papel higiénico y cadena. En tanto, lo necesario para lavarse las manos, se hallaba en un amplio espacio situado en el ingreso de este megabaño circular, en donde cincuenta grifos con jaboneras líquidas, bajo un espejo extenso, permitía a los pasajeros no sólo lavarse las manos, sino también establecer un diálogo, si había onda tras hacer el intercambio de camisetas. De hecho que para facilitar esta acción, en vez de máquinas que repartieran condones -como los hay en los baños de las rutas argentinas-, en ese megasanitario al menos habían unas cinco máquinas de hacer café.
De este modo, mientras los agentes aduaneros hacían el tramiterío, que a veces se extendía más de lo previsto, los pasajeros llevaban a cabo el intercambio de camisetas en el baño único de la Aduana.
Con el tiempo, muchos solitarios comenzaron a viajar en el Trasandino para pescar corazones en oferta en el baño de la aduana. Otros aprovechaban el amplio espacio sólo para caminar y estirar las piernas y, desinteresados de cumplir con este requisito del marketing del turismo, llevaban en sus bolsos una camiseta del bando contrario, para así evitar el papelón de tener que sacarse la prenda delante de un desconocido.
Por culpa de quienes buscaban corazones en oferta, muchos viajes sufrían retrasos de hasta una hora, porque el corazón que abrochaban viajaba en el tren que iba al destino contrario, por lo tanto tenía que asegurarse que en el corto plazo la madera adquiriese suficiente solidez y firmeza para que no sea cortada por un serrucho, conseguido a primera vista.
En los pasillos, a modo de Gran Hermano, habían cámaras con pequeños micrófonos, con sorprendente capacidad de audio. Los agentes aduaneros y los que recién llegaban podían ver qué cosas sucedían allí adentro y empezar a detectar la presa de caza. Por ejemplo, si el objetivo era conseguir una camiseta roja y había una chilena potable con la misma, a la espera de una blanquiceleste, el portador de la blanquiceleste recién llegado podía ir directo a su presa, con su teléfono y su tarjeta personal en manos, para llevarse la Roja, rociada con el perfume del sudor de la susodicha y con el plus agregado de su número de teléfono celular y correo electrónico. De hecho que muchos viajeros picarones comenzaron a usar marcadores negros en los bolsillos para escribir sobre sus camisetas la dirección de email, aunque mucho no sirvió, porque el agente aduanero -salvo que se le abonara una saludable coima-, tenía la obligación de recibir la camiseta para así devolver la documentación.
Debido a denuncias impertinentes, este programa de intercambio estuvo por suspenderse en varias ocasiones por las imágenes no aptas para menores que en ciertas situaciones de apuro solían mostrar las cámaras picaronas, a través de las pantallonas. Este tipo de inconvenientes se fueron solucionando con acciones sobre el pucho, como lo fue la suspensión del programa para menores de 14 años.
Sin embargo, gracias al intercambio de camisetas, se fortaleció la predisposición para encarar amistad con la comunidad trasandina y de paso, se derrumbaron muchos mitos acerca de quién es más linda y quién no, según el país que venga.De hecho que al año de implementarse este proyecto, la empresa Sony Enterteinment firmó un acuerdo para emitir en directo, para las señales de cable de todo Latinoamérica, las historias construidas en vivo y en directo adentro de los megasanitarios circulares.

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